miércoles, 30 de enero de 2013

“Si fuese una empresa, España se encontraría quebrada”: Alberto Montero Soler


Docente e investigador en Economía Aplicada en la Universidad de Málaga, el economista andaluz propone aplicar “la lógica de la austeridad a la deuda pública”. En esta entrevista, asegura que España debería salir del euro y explica por qué existe la decisión política de no hacerlo. Europa, la posición de Alemania y los procesos “prorrecesivos”.
Por Natalia Aruguete
–¿Por qué usted plantea que España es un país “quebrado”?
–Porque el volumen de sus pasivos, sus deudas, son superiores a sus activos. Si fuese una empresa, España se encontraría quebrada. El volumen de deuda que han contraído los particulares, las empresas, los hogares y el sistema financiero, sumado a la que ahora está contrayendo el sector público, en un contexto marcado por sus problemas de déficit fiscal, hace que sea absolutamente imposible pagar la deuda.
–¿Qué decisiones debería tomar el gobierno de España?
–Reestructurar la deuda, no sólo alargando los plazos, cambiando los tipos de interés y estableciendo un período de carencia, sino además haciendo una quita. Gran parte de esa deuda debe ser asumida por los acreedores que prestaron el dinero y que no evaluaron correctamente parte del riesgo en el que estaban incurriendo al prestar globalmente tal volumen de crédito. Aunque cada acreedor individualmente hubiera tomado una postura cuidadosa, el resultado global es una adjudicación de endeudamiento imposible de atender.
–¿Cree que hay voluntad política para llevar a cabo esa iniciativa?
–No, ninguna. Esto es la América latina de finales de los ’80 y principios de los ’90. Se trata de que los acreedores expriman a los deudores hasta que no puedan más. Y en ese momento, pasar a plantear lo que ya se sabe.
–¿Qué es lo que ya se sabe?
–Que no vamos a poder pagar la deuda, entonces; ¿para qué tanto ajuste, tanto sacrificio, si va a llegar un momento en que esta solución se va a tener que plantear? ¿Por qué tanto dolor sobre los pueblos, sobre la sociedad, cuando la solución al final es una? No se puede pagar la deuda.
–Hay países que han impulsado una reestructuración de su deuda, aunque con diferencias. Argentina es un caso, Grecia es otro. ¿Qué análisis hace de esas decisiones?
–Ninguna crisis financiera de esta naturaleza se ha resuelto nunca –cuando existe tamaño endeudamiento– sin un proceso de reestructuración de la deuda. Lo primero que debemos tener en claro es que existen precedentes que muestran que la solución pasa siempre por esa vía. Los acreedores pierden una parte, los inversores pierden otra, se establece un compromiso de pagos que sea asumible por una parte y que no perjudique a la otra. Cuanto antes se produce esa reestructuración entre acreedores y deudores, menos sufren los pueblos. Cuando ya no se puede sacar más agua de las piedras, la reestructuración empieza a aparecer en la agenda política.
–En un escenario marcado por esta falta de voluntad política para impulsar una reestructuración de la deuda, ¿cómo evalúa la posición de la izquierda española respecto de esta decisión?
–El gobierno está comprometido con un discurso absolutamente ortodoxo: las deudas hay que “honrarlas”. Esa palabra tiene una carga simbólica importante. Yo creo que la izquierda no ha terminado de asumir que el proyecto de la Eurozona y el euro no es un proyecto que la izquierda pueda defender en estos momentos, bajo ninguna perspectiva. Durante todo el proceso de Maastricht y la creación de la Eurozona, la ofensiva de la izquierda fue: “Esto va a ser la Europa del capital”. Y hoy, esto es la Europa del capital. Ahora nos encontramos con que tenemos una Europa completamente controlada por el capital, que se ha convertido en un espacio de rentabilización de los capitales periféricos y centrales, aunque más centrales que periféricos. La izquierda va transitando entre la incredulidad de no tener ningún tipo de discurso frente a esto –no termina de entenderlo y no termina de asumirlo– y plantear, en algunos casos, una respuesta socialdemócrata keynesiana.
–¿Cuál es esa respuesta, concretamente?
–La izquierda dice: “Podemos quedarnos dentro (de la Eurozona) pero articulando políticas fiscales diferentes, sobre las que tengamos soberanía”. Lo cual es absolutamente imposible desde el momento en que tienes unas reglas cada vez más cerradas y con menos margen para el poder de hacer política a nivel de toda Europa. Menos margen de discrecionalidad para los gobiernos nacionales.
–¿Usted cree que los gobiernos deberían contar con mayor discrecionalidad?
–Claro, absolutamente. Si no ¿para qué elijo un gobierno? Si tengo reglas que me dicen cómo dividir el presupuesto, entonces ya no puedo hacer política a partir del presupuesto. Una segunda cuestión que yo creo es que le tienen mucho miedo.
–¿Por qué?
–Se ha planteado abiertamente, en algunos encuentros, la ruptura con el euro. Temen que eso pueda producir una debacle en la economía, que efectivamente puede ocurrir, o un descenso en el nivel de vida de los ciudadanos, que efectivamente se va a producir. Pero nada garantiza que dentro del euro no vaya a seguir produciéndose. El caso griego es claro. En los últimos años, Grecia ha perdido el 25 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Es un ajuste sobre la economía brutal en apenas tres o cuatro años. España está perdiendo en torno del 4 y el 5 por ciento de su PIB.
–Dada la inviabilidad de seguir en el euro, que usted sugiere, ¿qué beneficios podría traer para España salir del euro, en términos de soberanía política y económica, por ejemplo?
–Absoluto. Salir del euro no implica salir de la Unión Europea, que es uno de los primeros errores que se plantean. De hecho, inteligentemente, ni Suecia ni Dinamarca ni el Reino Unido entraron en el euro. Y si vemos la evolución de sus variables, todas las variables macroeconómicas relevantes para los grandes mecanismos internacionales (inflación, desempleo, déficit público, deuda pública), todas en promedio, a lo largo de los diez años de vida del euro, son mejores fuera de la Eurozona que dentro. Eso con datos de la propia Comisión Europea. En segundo lugar, tenemos un discurso muy poco movilizador.
–¿Por qué?
–Porque no le podemos decir a la gente: “Mira, para que vaya todo mejor de la noche a la mañana, tus niveles de vida deben caer”. La gente se encuentra en esa situación, que Naomi Klein denomina “estado de shock”. Cada viernes que tenemos una comunicación de los ministros es para informar sobre un recorte en los derechos sociales, las libertades y los niveles de vida. Pero como lo va asumiendo con cuentagotas, al final no se da cuenta de que eso es una merma muy importante de sus condiciones de vida.
–¿Qué efectos positivos tendría salir del euro?
–En principio, recuperar la soberanía y la moneda. Eso es básico, porque permite no estar tan dependientes de los Estados a la hora de la financiación y que ellos no sean los que marquen la política, sino que haya un resorte del Banco Central que diga: “Vale, si usted no me compra la deuda del Tesoro, me la va a comprar el Banco Central y luego veremos cómo hacemos”. Tienes las posibilidades de recuperar tu economía. La economía española se ha desmantelado en los últimos diez años orientándose hacia los sectores claves: por un lado, en la construcción ya hemos visto el resultado de una burbuja inmobiliaria que ha provocado una caída tremenda del PIB y un incremento del desempleo muy importante. Por otro lado, el sector servicios. Dentro de la Eurozona se preveía desde un principio que lo que iba a haber era una especialización internacional del trabajo.
–Una decantación entre países poderosos, con estructuras económicas sólidas, y países débiles, cuya debilidad se incrementó dentro de la Unión Europea.
–Por mucho que entráramos y compartiéramos una moneda común, nuestras empresas no iban a ser tan competitivas como lo eran las alemanas. A España le quedaba especializarse en lo que fuese competitiva: en el turismo, en la cerveza fría y en tener playas, y algunas cosas más. De hecho, gran parte de la burbuja inmobiliaria se explica por las expectativas que tienen los constructores y el gobierno español sobre el turismo y, sobre todo, el turismo residencial.
–Es decir…
–Es decir que los del Norte no son extranjeros sino que vienen a vivir sus últimos años en el Sur, a gastarse sus jubilaciones y vivir en un lugar con más sol. Eso va unido a los inmigrantes y su mano de obra y a la locura especulativa de comprar hoy para vender mañana mucho más caro… lo que necesitas para recuperar tu economía es volver a diversificar tu estructura productiva. Evidentemente, todos los productos del exterior se van a volver mucho más caros, pero también habrá que producir dentro cosas que ya no se podrán comprar fuera, o se generará una demanda dentro para productos del interior que van a ser más competitivos en precio aunque no en calidad, respecto de los del exterior. No todos llevaremos autos Mercedes-Benz, pero tendremos que acostumbrarnos a ir con un coche más modesto y local. Eso te permite hacer una economía… desde la perspectiva de la izquierda se convierte en positivo por la recuperación de la soberanía económica y de la economía autocentrada. Salir de esta lógica loca de la globalización donde todos los bienes vienen desde muy lejos y, al mismo tiempo, se desmantelan empresas locales que producen lo mismo, pero un poco más caro.
–Si la moneda común no beneficia a los países periféricos, ¿en qué beneficia a los países centrales?
–A Alemania la ha beneficiado porque ha tenido un tipo de interés depreciado respecto del que tendría con el marco. El tipo de cambio está marcado por la dinámica económica interior de la Eurozona y no sólo por la demanda externa de productos alemanes, por eso el tipo de cambio del euro en estos diez años ha sido más bajo que el que habría debido tener el marco si Alemania hubiera adoptado una moneda propia. Esto se da como consecuencia de que su demanda externa es muy grande y eso revaloriza su moneda. De manera que, de entrada, Alemania se ha beneficiado con un tipo de cambio depreciado respecto del tipo de cambio de equilibrio de su economía. En segundo lugar, le ha permitido abrir un mercado enorme, gracias al cual ha desaparecido uno de los riesgos centrales: el riesgo de cambio.
–¿Por qué?
–Porque los países no pueden devaluar su moneda para hacer frente a la competitividad alemana. Entonces, al apoyar ese proceso de construcción europea, Alemania se garantizaba un mercado donde sus competidores iban a estar en desigualdad de condiciones por la menor competitividad de sus industrias. Pero sobre todo, porque no contarían con el resorte necesario para reequilibrar las condiciones comerciales, ya que perdieron el mecanismo del tipo de cambio. Eso favoreció a Alemania, que sustituyó su demanda interna –que ha sido tradicionalmente débil– por una demanda externa, con exportaciones mucho más potente frente a la que no cabía posibilidad de competencia, ni por la vía de la competitividad ni por la vía de los tipos de cambio. Y que, al mismo tiempo, le generaba un superávit comercial que “enjuagaba” financiando la compra de sus productos a los países periféricos. Es decir que no sólo era un beneficio para el sector industrial alemán sino también para el sector financiero alemán, ya que no iba a poder canalizar la cantidad de recursos que estaban teniendo por la vía del superávit comercial, y lo “enjuagaban” hacia el exterior.
–En la actualidad, con países “quebrados” como España y Grecia, ¿le sigue siendo útil a Alemania que estos países sigan en la Eurozona?
–Mientras sigan honrando sus deudas, evidentemente sí. Entre otras cosas, porque la situación de su sistema financiero, tanto de las cajas como de los bancos, es muy delicada. Por ejemplo, si un banco español grande decidiera que las cédulas hipotecarias que ha vendido a los bancos alemanes bajo soberanía española valen cero, quiebra todo el sistema financiero alemán. A Alemania le interesa que se “enjuague” el interior de todo el sistema bancario español para evitar que llegue a su sistema, que ya tiene el virus aunque le falta para que la enfermedad se desarrolle.
–¿Cuáles son las consecuencias de que el ajuste que se está llevando a cabo en países periféricos de la Unión Europea represente un porcentaje tan alto del PBI?
–Los programas de ajuste duros, blandos y moderados que están aplicando los países periféricos más Bélgica, Holanda y Francia afectan más del 60 por ciento de la economía europea. Es decir que tenemos dos tercios de la economía europea con políticas prorrecesivas, que no estimulan el crecimiento. Sólo queda un tercio de la economía europea tratando de tirar de toda la locomotora europea. En economías como la española, el déficit por cuenta corriente no se está resolviendo porque estemos exportando más –aunque un poco más estamos exportando–, sino porque la actividad económica interna está prácticamente en estado de encefalograma… con lo que las importaciones caen brutalmente. Lo que se estaba importando de Alemania, Holanda u otros sitios ya no se importa porque no hay actividad productiva. Esto genera que los dos tercios de la Eurozona profundicen la crisis y necesariamente terminen arrastrando a todas las economías, porque estamos todas conectadas en un mismo proyecto pero sin los instrumentos que nos permitirían compensar los desequilibrios de una y de otra.
–¿Cree que la insistencia en políticas “prorrecesivas” parte de una convicción de los gobernantes o en realidad hay otros intereses a nivel de la Unión Europea que impiden –más o menos explícitamente– modificar el sentido de estas políticas?
–Yo no creo que la austeridad tenga motivos políticos, me parecería grave encontrarme a mí mismo pensando que las políticas del Norte son para castigar nuestro “excesivo gusto por la fiesta” (el feriado) frente a su ética protestante y calvinista del trabajo, por decirlo de alguna manera. Creo que la austeridad se impone como un mecanismo para cumplir dos objetivos encubiertos. El primero es que, al aplicar programas de austeridad donde se va imponiendo progresivamente la privatización de lo público, hay capitales privados que encuentran en la privatización de esos servicios públicos un nicho de rentabilidad en un entorno en el que las tasas del capital en Europa están cayendo de forma importante. En el desmantelamiento del Estado de Bienestar –jubilación, educación y pensiones– encuentran una fuente de rentabilidad. Y eso ayuda a que los planes de austeridad se llamen “privatización”. Porque lo que se privatiza son los bloques rentables, nadie compraría una empresa pública quebrada, ésa te la quedas y ves qué haces con los trabajadores.
–¿Por qué en España finalmente decidieron no privatizar el servicio de agua?
–No es que (esa decisión) haya sido una victoria de la movilización popular, sino que no encontraron a nadie que lo viera rentable. Sólo se privatizan educación, sanidad, prevenciones y aeropuertos. El segundo objetivo encubierto es que las políticas de austeridad están orientadas a… por ejemplo, la reforma del artículo 135 de la Constitución es un claro ejemplo.
–¿En qué sentido?
–En el sentido de que se nos dice: “El Estado puede hacer con los presupuestos lo que les dé la gana, pero lo primero es pagar los intereses de la deuda”. Es una política orientada a desmantelar el área del Estado de Bienestar social y mantener, al mismo tiempo, los pagos de los intereses y la deuda. En los presupuestos generales del Estado de este año se destina más presupuesto al pago de los intereses de la deuda que al pago de funcionarios públicos. No se imponen políticas de austeridad para decir: “Vamos a establecer un tope al pago de la deuda porque entendemos que eso supone una transferencia de renta desde los ingresos de los ciudadanos hacia el sector financiero”. La austeridad se impone siempre sobre determinadas partidas y no sobre otras.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo, sobre las pensiones tenemos una ofensiva, con el argumento de que “la sociedad española está envejeciendo y por tanto hay que reformar el sistema de pensiones porque es insostenible”. Y uno piensa: como el ingreso de las pensiones depende de los ingresos de las cotizaciones de la seguridad social de los trabajadores, por un lado, y de la partida de gastos de los pensionistas, por el otro; y si hay mucho desempleo y las cotizaciones bajan y, al mismo tiempo se sigue manteniendo la tendencia de la jubilación, pues claro, hay que corregir esto porque hay un desequilibrio presupuestario. Entonces uno cree que es razonable. Pero cuando se miran otras partidas presupuestarias, como el ejército, allí no hay cálculo de ingreso y beneficio, porque se plantea que hay que tener un ejército y lo tenemos que pagar entre todos, sea el gasto que fuere. Es una lógica perversa que aplicamos en función del resultado que queremos tener, porque la lógica de la austeridad también podríamos llevarla a la partida de deuda pública.
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jueves, 24 de enero de 2013

Mitos de la sabiduría convencional


Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 21 de enero de 2013
Este artículo cuestiona los mitos que se reproducen en la sabiduría convencional económica, mitos que están guiando las políticas económicas de gran número de gobiernos de los países de la Eurozona tales como España, incluyendo Cataluña.
Hay pruebas más que suficientes, acumuladas durante estos años de crisis, de que algunos de los supuestos del pensamiento económico dominante son erróneos. Entre estos supuestos destacan los siguientes:
1. Hace falta recortar el gasto público, incluido el gasto público social, para reducir el déficit y así recuperar la confianza de los mercados. La evidencia muestra que estos recortes (su intensidad y rapidez) han sido contraproducentes, y han contribuido al descenso de la demanda y a la disminución del crecimiento económico. Incluso el FMI lo ha reconocido.
2. Hace falta bajar los salarios para aumentar la competitividad, incrementando las exportaciones, cosa que nos ayudará a salir de la crisis. Otra vez, los datos no avalan esta postura. Los salarios han ido bajando, cosa que ha contribuido al descenso de la demanda y a la desaceleración de la economía. Es más, el incremento de las exportaciones (que ha ocurrido durante la crisis) no ha causado una reavivación de la economía, que continúa estancada, ni tampoco una disminución del paro, que es el problema –no solo social sino también económico- más importante que tiene el país.
3. Las políticas de austeridad son necesarias para salvar el euro. En realidad, el euro nunca ha estado en peligro. Su salud es robusta, incluso excesivamente robusta, ya que es más que probable que esté sobrevalorada, cosa que dificulta la recuperación económica de la eurozona. Las constantes alarmas sobre el hecho de que el euro estaba a punto de caer eran argumentos utilizados para presionar a los gobiernos, sobre todo los de los países periféricos de la eurozona, para adoptar políticas altamente impopulares. En realidad, el capital financiero europeo, y muy especialmente el alemán (que domina el gobierno del euro), se ha beneficiado enormemente de la existencia del euro.
4. La falta de frugalidad y el excesivo gasto público de los países periféricos de la eurozona son los responsables de la crisis del euro. La evidencia muestra que todos estos países tienen estados pobres, con un gasto público –incluyendo el gasto público social- muy bajo, y que su endeudamiento se deba primordialmente a la escasez de ingresos al Estado, una escasez provocada en parte por la regresividad de sus políticas fiscales y el excesivo poder de las fueras conservadoras sobre sus estados. Todos estos estados son poco redistributivos. La prueba de esto es robusta y contundente.
5. Las políticas de austeridad implementadas por los estados son las únicas posibles. Es fácilmente demostrable que esta aseveración no tiene credibilidad. Hay miles de ejemplos de alternativas. El estado español (tanto central como autonómico), en lugar de recortar 6.000 millones de euros en sanidad, podría haber anulado la bajada de impuestos a las grandes empresas financieras, industriales y de servicios, incluyendo también las que ingresan más de 120 millones de euros al año (que representan solo el 0,12% de las empresas en España), y hubiera conseguido una cantidad equivalente; o en vez de recortar 600 millones en los servicios domiciliarios para las personas con dependencia, podría haber recortado las subvenciones a la Iglesia católica por impartir docencia de religión en las escuelas públicas. La evidencia científica muestra que por cada recorte había una alternativa. El hecho de que los recortes se focalizaran en algunos sectores a costa de otros se debe al diferente grado de influencia que tienen los diferentes sectores sociales sobre el estado.
6. La elevada deuda pública de los estados y sus dificultades para vender sus bonos públicos se deben al excesivo gasto de estos estados. Los datos no muestran una relación entre el gasto público, por un lado, y los intereses de la deuda pública, por el otro, o entre el tamaño de la deuda pública y el nivel de los intereses de la deuda pública. La evidencia científica muestra que la causa principal del llamado problema de la deuda pública de estos estados se debe primordialmente a la falta de un banco central que, comprando su deuda pública, los proteja ante la especulación de los mercados financieros. Y esta vulnerabilidad fue impuesta a los estados cuando se estableció un Banco Central Europeo que no es un banco central sino un grupo de presión al servicio de la banca, y muy especialmente de la banca alemana. Esta normativa fue diseñada para debilitar a los estados, y es el resultado del dominio del pensamiento liberal en la construcción de las instituciones que gobiernan el euro.
7. Los problemas de la Eurozona se deben a la falta de liderazgo político. Esta aseveración también tiene poca credibilidad. Hoy el gobierno alemán está alemanizando a la Eurozona, imponiendo a los países de la zona monetaria (con la complicidad de las élites gobernantes) unas políticas de austeridad encaminadas a hacer que estos estados paguen la deuda pública que está en manos de los bancos alemanes, entre otros. Como reconoció Peter Bofinger -economista asesor del gobierno Merkel- en sus comentarios al Parlamento alemán, la ayuda financiera a España era en realidad una ayuda a los bancos alemanes. Hoy el gobierno alemán lidera la Eurozona imponiendo unas políticas que afectan negativamente al bienestar de las clases populares de aquellos países.
8. Las políticas actuales, de rebajas de salarios, recortes de gasto público y debilitamiento de la protección social, nos sacarán de la crisis. Tales políticas, sin embargo, han sido impuestas (ninguna de ellas había constado en los programas electorales de los partidos gobernantes que las llevan a cabo) en todos los países PIIGS y han contribuido más y más a la recesión, pues acentúan la escasez de la demanda, sin cuya reavivación no habrá crecimiento económico y salida de la crisis. Estas políticas han estado siendo aplicadas durante ya más de cuatro años en cada uno de estos países, sin que hayan tenido ningún impacto positivo en la recuperación económica. La evidencia de esto es robusta.
9. La mejor manera de reavivar el crédito es ayudando a la banca. Tal postura ignora que el BCE ha prestado a unos intereses bajísimos (menos del 1%) medio billón de euros (sí, medio billón de euros) a la banca española e italiana desde diciembre del 2011, sin que esto haya tenido ningún impacto (repito, ningún impacto) en la disponibilidad de crédito. La banca ha utilizado este dinero, entre otras cosas, para comprar deuda pública de los países de la Eurozona, y muy en especial de los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España), que han generado unos intereses altísimos del 6%, 7%, 8% e incluso 12%. No hay, sin embargo, ninguna intervención pública para forzar que la banca de crédito.
(La versión original de este artículo ha sido publicada, en catalán, en el diario ARA)
Link: http://www.vnavarro.org/?p=8373
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NO QUEREMOS PAGAR LA DEUDA ODIOSA


Alberto Garzón
Texto entregado al Gobierno de España
En el año 2000 la deuda pública española fue del 59’4% del PIB de acuerdo con los datos de la oficina Eurostat. Sin embargo y como consecuencia de la crisis se prevé que en 2012 dicho ratio haya subido hasta el 85’3% del PIB, mientras que en los Presupuestos Generales el Gobierno estima que en 2013 se incrementará hasta el 90’5% del PIB. En cantidades absolutas lo previsto para 2013 significan un total de 728.800 millones de euros. Asimismo, en concepto de pago de intereses el Gobierno ha previsto la cantidad de 38.589 millones de euros.
Esta deuda tiene diferentes orígenes, como consecuencia de la crisis financiera y económica, y sin más datos es difícil dilucidar qué parte corresponde a las necesidades de financiación de la activación de los estabilizadores automáticos, de los planes de estímulo o de los rescates bancarios. Sin embargo, sí cabe reconocer que en comparación con las grandes entidades financieras el contexto de financiación del Estado ha sido enormemente injusto. Al menos en las dos formas siguientes:
1) En primer lugar, mientras el Banco Central Europeo (BCE) pone a disposición de las entidades financieras una financiación muy barata y prácticamente ilimitada, los Estados tienen que recurrir exclusivamente a los mercados financieros de deuda pública en un contexto de recesión económica –con las implicaciones que ello conlleva en términos de rentabilidad y precio de los títulos de deuda-. Esta situación, derivada de las fallas de la construcción europea y del propio diseño de las instituciones europeas, ha llevado a la creación de espacios de arbitraje que las entidades financieras han aprovechado. Es decir, estas entidades financieras pueden acceder a financiación a un tipo de interés muy reducido y prestar esas cantidades al Estado a tipos de interés mucho más elevados. Situación paradójica teniendo en cuenta que por otros mecanismos y de forma sistemática es el propio Estado, junto con las instituciones europeas, el que está rescatando a las entidades financieras.
2) En segundo lugar, porque gran parte de la financiación obtenida por el Estado ha tenido como destino el salvamento del sistema financiero o de otras entidades empresariales. El esquema lleva a que el Estado se endeude no para hacer frente a los gastos corrientes o de inversión en la economía real sino para prestar el dinero de nuevo en condiciones favorables a sujetos privados cuyos intereses no son necesariamente coincidentes con los de los ciudadanos. Informes independientes, como el del técnico de hacienda D. Agustín Turiel, plantean que el total de este tipo de endeudamiento “ilegítimo” asciende a 95.671 millones de euros sólo entre 2008 y 2010.
No cabe duda de que gran parte de las emisiones de deuda pública de los últimos años se han suscrito a través de los mecanismos arriba descritos, produciéndose así un ilegítimo rescate a las entidades financieras de toda Europa. Por esa razón nuestro grupo considera que es posible calificar gran parte de los contratos de deuda pública con el concepto de “deuda odiosa” tal y como aparece recogido en la doctrina internacional sobre la cuestión. Cabe recordar que este concepto ha sido usado históricamente en múltiples ocasiones, entre ellas en Cuba en 1898 por parte de Estados Unidos o en Iraq en 2004 por parte del Gobierno impuesto por Estados Unidos. Asimismo, los casos de Argentina en 2001 y Ecuador en 2007 ilustran no sólo la posibilidad de realizar eficazmente estas medidas sino también que son instrumentos útiles para garantizar el desarrollo económico futuro.
En un contexto de recesión, y con las expectativas para 2013 de un decrecimiento del 1’4% según la Comisión Europea –especialmente por el agravamiento de la demanda interna en mitad de un proceso de desapalancamiento financiero-, es previsible que la capacidad de ingreso del Estado siga mermándose hasta el punto de hacer insostenible el ritmo de crecimiento de la deuda pública. Ya hay datos que apuntan a esta dificultad creciente. Entre 2010 y 2011 el déficit primario descendió un 9’09% (hasta el 7% según Eurostat) como consecuencia de las políticas de austeridad, pero el déficit público final sólo descendió un 3’09% (hasta el 9’4% según Eurostat). Este diferente ritmo de crecimiento no hace sino revelar el lastre que supone el creciente peso del pago de los intereses de la deuda pública, los cuales ejercen una punción sobre los recursos públicos e impiden que éstos puedan dedicarse en políticas de reactivación económica.
La descrita aquí es una peligrosa senda que aúna socialización de las deudas privadas, crecimiento del endeudamiento público, recesión económica y creciente peso de la carga financiera. No es éste un problema que pueda resolverse con más austeridad, como ilustra dramáticamente el caso griego –que ha tenido que reconocer en varias ocasiones la imposibilidad de pagar toda la deuda pública-, sino que manifiesta la necesidad de liberar parte del lastre financiero que supone la deuda pública. Algo que, a nuestro juicio, debería acompañarse de una política expansiva por parte del Banco Central Europeo y por un nuevo y muy distinto diseño de la Unión Europea.
Por los motivos anteriormente expuestos consideramos necesario poner en marcha una auditoría de la deuda pública que estudie todas las suscripciones de títulos con objeto de poder identificar qué contratos pueden considerarse “odiosos”. Por esa razón, proponemos asimismo la creación de una comisión formada por expertos de diferentes ámbitos de la vida social y económica, incluyendo a las múltiples organizaciones especializadas en este tema que trabajan en la línea apuntada desde hace años tanto a nivel nacional como internacional.
Link: http://www.agarzon.net/no-queremos-pagar-la-deuda-odiosa/
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domingo, 20 de enero de 2013

Teorías económicas sobre la crisis


Las dos grandes teorías existentes para explicar el porqué de la crisis actual son, una, la que la atribuye a una gran expansión del crédito bancario que ha causado un gran endeudamiento de las poblaciones a los dos lados del Atlántico Norte. Esta teoría está ampliamente extendida en los círculos conservadores y neoliberales europeos (aunque también se presenta entre opciones políticas de centroizquierda) y domina el pensamiento económico que gobierna la Unión Europea. La otra teoría es la que considera que tal endeudamiento se debe a la disminución de la capacidad adquisitiva de la población. Esta teoría es la que prevalece entre las izquierdas y entre los movimientos sociales como los sindicatos, tanto europeos como norteamericanos.
La primera interpretación está basada primordialmente en las teorías de Friedrich von Hayek y la escuela austríaca de economía. Asume que la causa de la crisis radica en los bajos intereses bancarios, por un lado, y la supuestamente excesiva impresión de moneda por parte de los Bancos Centrales, por el otro. Según esta teoría, tales medidas facilitaron la expansión del sector financiero y su involucración en actividades nuevas, incluso de tipo especulativo. En España, se calcula que su entrada en el euro, y la fácil accesibilidad al crédito que ello conllevó, creó la burbuja inmobiliaria que, al posteriormente explotar, creó la enorme crisis del crédito que ahora estamos viviendo. Que la burbuja inmobiliaria explotara se debió al colapso de crédito internacional iniciado en EEUU, cuando el año 2007 el Banco Central Estadounidense (el Federal Reserve Board) aumentó bruscamente los intereses bancarios a un 5,25%, a fin de reducir el excesivo crédito que se había permitido expandir más de lo que se consideraba aconsejable. De esta interpretación de los hechos surgen todas las series de intervenciones públicas encaminadas a “rescatar” a los bancos que estaban a punto de colapsarse debido a su excesiva oferta de crédito. Todas las reformas bancarias, tanto en España como en la Unión Europea, se están realizando en respuesta a esta interpretación de la crisis actual. De esta manera, la función de los bancos centrales (tales como el Federal Reserve Board o el Banco Central Europeo) se expandió para incluir, además de estabilizar los precios (controlar la inflación), estabilizar al sistema financiero.
El problema con esta teoría es que la enorme ayuda a la banca y al sistema financiero por parte de los Estados, ayuda que se está haciendo a costa de imponer una enorme austeridad a la población, no está recuperando a las economías deprimidas que no acaban de salir de su profunda recesión. El caso español es un claro ejemplo de ello.
La teoría alternativa a la dominante
Y es ahí donde aparece la otra teoría. Ésta atribuye la crisis a la enorme concentración de las rentas, resultado de la desigual distribución de la riqueza que se ha ido creando durante los últimos treinta años, resultado de la llamada “revolución neoliberal” iniciada por el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Margaret Thatcher en Gran Bretaña. En el conflicto capital-trabajo, el primero ganó a costa del segundo. Los beneficios empresariales de las grandes empresas se incrementaron exponencialmente a costa de que las rentas del trabajo se mantuvieran constantes o incluso disminuyeran, y ello como consecuencia de las políticas neoliberales encaminadas a debilitar al mundo del trabajo. Las sucesivas reformas laborales en la Unión Europea y el desmantelamiento de la protección social y del Estado del bienestar tenían y continúan teniendo como objetivo el debilitamiento del mundo del trabajo. Este debilitamiento fue el que forzó a la gran mayoría de la población (que obtiene sus rentas del trabajo) a que se tuvieran que endeudar en dimensiones no conocidas anteriormente. Fue este endeudamiento el que explica el gran crecimiento del sistema bancario. No es el sistema bancario el que origina el endeudamiento sino es al revés, es decir, es la necesidad de endeudamiento la que origina el gran crecimiento del sistema bancario. Ni que decir tiene, que la disminución de los intereses bancarios (que ocurrió en los países del Sur de la eurozona al establecerse el euro) favoreció tal endeudamiento. Pero la causa mayor de tal endeudamiento fue la necesidad de endeudarse, resultado de la limitada capacidad adquisitiva, hecho todavía más acentuado por la inflación de los precios de la vivienda, resultado de la actividad especulativa del complejo bancario-industria inmobiliaria.
Es más, la escasez de demanda es la que frena el crecimiento económico, creándose la necesidad de abrirse nuevas vías para la acumulación de capital. La falta de oportunidades en el sector productivo de la economía, resultado de la escasez de la demanda, lleva al crecimiento de las actividades especulativas tales como las citadas inversiones inmobiliarias. La escasa capacidad adquisitiva de la mayoría de la población es la que determina una baja demanda que origina la necesidad de que la inversión financiera adquiriera dimensiones especulativas, origen de la crisis financiera. Todo ello explica que, a no ser que se estimule el crecimiento mediante el aumento de la demanda, hoy paralizada, no habrá recuperación. En realidad, el sector privado está ya paralizado desde hace tiempo. Y los recortes del sector público, que es el único que podría ahora estimularlo, están empeorando todavía más la situación económica. A no ser que ello se cambie no habrá recuperación posible, por muchas reformas bancarias que tengan lugar. En realidad, sería mejor para conseguir la recuperación económica gastar el dinero invertido en tales reformas en ayudar, no a los bancos, sino a las personas afectadas por la crisis.
Estimular la demanda, sin embargo, no es suficiente para crear empleo
Una última observación. El aumento de la demanda es un paso necesario pero no suficiente para resolver el mayor problema económico y social hoy existente a los dos lados del Atlántico Norte, que es el elevado desempleo. Y esto es lo que muchos keynesianos olvidan. Fue el mismo Keynes el que subrayó la necesidad de tener como máximo objetivo en la política económica conseguir el pleno empleo y que ello debiera conseguirse –según él- mediante “trabajo público” (“public works”). Keynes aclaró que el pleno empleo no se conseguiría exclusivamente por la vía del estímulo de la demanda en la economía privada. Indicó que la intervención pública era necesaria, entendiendo como trabajo público, no sólo obras públicas, sino también servicios públicos, área esta última de especial importancia en España debido al escaso desarrollo de los servicios públicos del Estado del Bienestar (sólo una persona adulta de cada diez trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación, servicios sociales, escuelas de infancia y servicios domiciliarios, entre otros), siendo uno de los porcentajes más bajos de la UE-15. En Suecia, es uno de cada cuatro.
Esta observación adquiere especial importancia a raíz del posicionamiento neoliberal que considera como medidas eficaces para estimular la economía la reducción de los impuestos (a fin de estimular la demanda, incrementando la capacidad adquisitiva de la población) y la reducción de los intereses bancarios, argumento este último que se utiliza para justificar las políticas de austeridad y rectitud fiscal). Tales medidas son dramáticamente insuficientes, como bien mostraron los “estímulos” del gobierno Zapatero que dio gran énfasis a los recortes de impuestos. La imagen ampliamente extendida de que la creación de empleo la liderará el sector privado es profundamente errónea. Y la evidencia de ello es abrumadora. La recuperación económica, así como el alcanzar pleno empleo, se puede obtener sólo a base de un compromiso público de creación de empleo. Keynes así lo indicó cuando acentuó que por muchos incentivos que el mundo empresarial tenga, su objetivo no es crear empleo, aunque el empleo pueda o deba crearse en la economía privada. Los beneficios que el empresariado obtenga no garantizan que éste los utilice para crear empleo, pues tiene muchas otras alternativas a su alcance. De ahí que sea responsabilidad pública, no sólo facilitar la creación de empleo en el sector privado, sino también crear puestos de trabajo a través de inversión pública en obras o servicios públicos. Así lo indicó Keynes cuando, analizando el elevado desempleo creado por la Gran Depresión, escribió que “la única manera de … prevenir el elevado desempleo del periodo 1892-5 … radicaba en que el sector público … financiara trabajo en servicios públicos”, precisamente lo opuesto a lo que se está haciendo ahora (la cita de Keynes procede del artículo de Alan Nasser “What Keynes really prescribed”, en CounterPunch Nov 1-15,2012, Vol 19 No 19, pp1-3). En realidad, aunque Keynes presentó la solución, fue Kalecki quien enfatizó más en el carácter político del desempleo y del pleno empleo. Fue Kalecki el que, como Marx había hecho antes, indicó que el desempleo es una variable política más que económica. Y la realidad también muestra este hecho. En general, en los países donde el mundo del trabajo es fuerte, el desempleo es bajo. Donde el mundo del trabajo es débil, el desempleo es muy alto. España es un caso claro de ello. El porcentaje de la población ocupada es bajo, el desempleo es alto, los salarios son bajos, el gasto público social es también bajo, y la protección social es muy baja. Así de claro.
Artículo publicado en Sistema Digital
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Ilustración del artículo cortesía de EuroCrisisExplained.co.uk. Utilizada bajo licencia Creative Commons.
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